Con el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, la Junta Militar se propuso eliminar de la sociedad argentina todo vestigio de solidaridad, desapareciendo los cuerpos de quienes expresaran con sus vidas el compromiso con la igualdad social y la soberanía nacional, pero también destruyendo la estructura productiva que pudiera hacerlas posibles. Tal como afirmó el escritor Rodolfo Walsh en su célebre Carta abierta a la Junta Militar, en “la política económica de aquella dictadura militar debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada.”
El sector científico y tecnológico nacional no fue ajeno al autodenominado Proceso de Reorganización Nacional. En el ámbito universitario, se prohibieron las actividades gremiales y políticas, se aplicaron cesantías masivas y se produjeron asesinatos y desapariciones de estudiantes, profesoras y profesores. En cuanto al Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), se desplegó un proceso de depuración y expulsión sobre la comunidad científica, que no hizo más que engrosar la lista de personas detenidas-desaparecidas, cesanteadas y exiliadas (Comisión de la Memoria de CONICET, Informe 2022).
La principal resistencia al odio genocida desplegado sobre amplios sectores populares fueron las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Sus pañuelos blancos, símbolo principal de nuestro compromiso con la verdad y la justicia, sellado por ellas con dignidad y coraje, fueron propagados como un himno popular sobre los más diversos sectores sociales, superando fronteras ideológicas, políticas, nacionales e internacionales.
A 40 años de la recuperación democrática en el país y en medio del alarmante crecimiento de discursos negacionistas que buscan retroceder a lo más oscuro de la historia nacional, desde la Fundación Innova-T acompañamos a los organismos de derechos humanos para seguir exigiendo MEMORIA, VERDAD Y JUSTICIA.